El
domingo 24 de junio, luego de pasar 9 años en la cárcel, Romina
Tejerina salió en libertad. El caso de Romina recorrió todo el país
desde el 2003, cuando se dio a conocer lo sucedido, hoy podemos
festejar que ella finalmente está en libertad.
Romina
Tejerina tenía 18 años cuando salió una noche a bailar y fue
violada por un vecino, “Pocho” Vargas, hermano de un policía.
Muchos se olvidan que este caso empezó esa noche, y no 7 meses más
tarde, y reducen la historia al suceso último promovido por el morbo
televisivo. Sin embargo, a partir de esa noche Romina comenzó a
vivir en el sufrimiento, mantuvo oculta esa violación por miedo a
que nadie le crea, por miedo a ser juzgada por algo que ella nunca
quiso que pasara.
Es más
fácil dejar todo esto de lado y juzgarla, condenarla a 14 años
adentro de una cárcel, una cárcel que solamente la excluye y la
sigue marginando y no le da solución ni acompañamiento por todo lo
que ella sufrió, una cárcel que la sigue condenando, que la
encontró culpable sin siquiera contemplar su lugar de víctima de
una violación.
Lo que le
pasó a Romina Tejerina muestra en todas su facetas lo que sufrimos
miles de mujeres en todo el país. La culpabilización de la
víctima de una violación, la falta de acceso a la pastilla del día
después, la ilegalidad del aborto, todo esto llevó a Romina a
la situación extrema por la que fue condenada. En ningún momento se
tuvieron en cuenta todos estos factores ni tampoco se tuvo en cuenta
la responsabilidad del Estado por su situación de
vulnerabilidad. Romina mantuvo todo oculto por vergüenza y
miedo, miedo ante la mirada social que pone el ojo en la condena a la
mujer y absuelve fácilmente la opresión masculina, miedo
que se vio justificado durante todo el juicio, donde ella fue vista
siempre como culpable y no como una víctima, donde se dejaba por
fuera el hecho de la violación y por lo tanto dejaba en libertad al
violador mientras condenaba a Romina a 14 años de prisión.
Hoy, 9
años más tarde, Romina sale en libertad. Pero no porque el Estado
admitió que ella en realidad no tuvo ninguna opción, sino por buena
conducta, porque como persona privada de su libertad pidió libertad
provisional y se la concedieron. Hoy, 9 años más tarde,
cuando una mujer va a una comisaría a denunciar una violación le
preguntan cómo estaba vestida. Hoy, 9 años más
tarde, la Ley de Educación Sexual Integral no se
cumple en todo el país por la presión de los sectores eclesiásticos
ni se destina el presupuesto ni la normativa necesaria para que en
todos los hospitales públicos del país se entreguen métodos
anticonceptivos o pastillas para día después. Hoy, 9 años más
tarde, el aborto sigue siendo ilegal.
Romina
Tejerina salió en libertad luego de 9 años de permanecer encerrada.
Nadie le va a quitar el sufrimiento por lo vivido ni la impotencia
que produce la acción de la justicia, pero si existe algo que se
puede rescatar de la historia de Romina es el debate que pone en
cuestión, la muestra de ausencia de derechos hacia las mujeres,
sobre todo de los sectores más empobrecidos de nuestra sociedad.
Todo
esto nos exige seguir luchando, salir a la calle por cada derecho
vulnerado, por cada injusticia cometida, seguir organizándonos para
que no existan más Rominas.

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