viernes, 26 de abril de 2013

Sobre las reformas en el poder judicial

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“…Las leyes son buenas, buenas para los pobres; desgraciadamente los pobres escapan a las leyes, lo cual es lamentable. Los ricos también escapan a las leyes, aunque esto no tiene la menor importancia, puesto que las leyes no fueron hechas para ellos”
Michael Foucault

Este jueves a la madrugada, la cámara de diputados convirtió en ley dos de los seis proyectos de reforma judicial. Hablamos de la ley de creación de tres nuevas Cámaras de Casación, y la regulación de medidas cautelares contra el Estado Nacional y sus entes descentralizados. Mientras tanto, la Ley de Reforma del Consejo de la Magistratura fue aprobada con modificaciones, y pasará a la Cámara de Senadores para lo que puede ser su aprobación definitiva. Es indudable que estos proyectos de reforma han abierto el debate a nivel social sobre el rol del poder judicial, quién lo maneja, cuánto se toca, cuánto no.

La justicia es como la serpiente, sólo muerde a los descalzos…
El Poder Judicial en Argentina ha sido tradicionalmente una corporación de carácter excluyente, machista, conservador y antidemocrático. No han vacilado nunca en beneficiar a los sectores dominantes y someter a la impunidad a las clases populares. Si algunos avances contra la impunidad se han logrado en estos años,  no ha sido por el accionar del  Poder Judicial, sino más bien a pesar de él. Podemos enumerar así, el conjunto de juicios realizados contra responsables de delitos de lesa humanidad durante la última dictadura militar, el encarcelamiento de los asesinos materiales de los compañeros Darío Santillán y Maximiliano Kosteki (aunque no es un dato menor que Duhalde, principal responsable político, siga libre), la cárcel a Pedraza (que sigue estando lejos de lo solicitado por los familiares y compañeros de Mariano Ferreyra), y podríamos señalar otros casos en los cuales la lucha popular, continua e inclaudicable, hizo sudar a jueces incómodos quienes, a regañadientes, dictaron sentencias aceptables, o hasta ejemplares.
Pero no olvidamos que esta justicia cómplice e ineficaz por conveniencia, fue la que absolvió a los acusados del secuestro de Marita Verón, la que condenó a las hermanas Jara por defenderse de quien quiso violarlas, fue la misma que pidió la investigación del caso de Luciano Arruga a los policías que lo habían secuestrado, la misma que absuelve a María Julia Alsogaray. Esta justicia, la “injusta”.
Es esperable, entonces que la derecha opositora salte desesperada ante cualquier reforma sobre su principal bastión, sobre el poder del Estado que más ha asegurado sus negociados y acallado cualquier clase de obstáculo. Las cautelares eternas que benefician a Clarín son un ejemplo de esto.
No tan esperable es que sectores de la centro izquierda se sumen a la “cruzada” opositora, sin siquiera poner en tela de juicio  los verdaderos intereses en pugna, ni problematizar las formas que debe tomar una justicia diferente, a favor de los trabajadores precarizados y tercerizados, de los campesinos expropiados, de las mujeres que sufren la violencia de género, de aquellos que ven nuestros bienes comunes vulnerados por el modelo extractivista.
Por nuestra parte, seguimos luchando por una justicia que sea del pueblo y soberana.

¿Las reformas cambian la situación en profundidad?
Las reformar presentadas por el kirchnerismo pueden verse como un avance democrático sobre lo que es uno de los poderes más retrógrados del Estado. No obstante, las mismas gozan de una tibieza que no se condice con el revuelo generado. En primer lugar, hay un tratamiento restringido y acelerado de lo que deberían ser reformas discutidas por el conjunto de la sociedad, con un amplio consenso social que las legitime. El kirchnerismo, sin embargo, no ha dado lugar a una participación popular ampliada que podría haber activado el debate político en la sociedad, más allá de la “guerra mediática”.
En el caso del Consejo de la Magistratura, por dar un ejemplo, el proyecto del gobierno no pone nunca en tela de juicio el carácter elitista, excluyente y clasista de la composición del Consejo mismo. Entendemos que, por más que los representantes del cuerpo de académicos y abogados se amplíe y puedan elegirse mediante sufragio, esto no garantiza ni promueve la representación de las clases populares en el Consejo que regula a uno de los poderes más importantes del Estado.
¿Dónde está la representación de las organizaciones populares, de los sectores sindicales, de las comunidades campesinas, de las organizaciones de género? Sin la representación de estas voces, ¿cómo se garantiza pluralidad democrática en un país en el que conviven varias culturas y se dirimen intereses entre diversos sectores de la sociedad?
Por citar otro ejemplo, tampoco se puso en discusión el carácter de la reforma sobre las medidas cautelares, que si bien puede poner en jaque al grupo Clarín, también puede dejar indefenso al pueblo trabajador que día a día sufre atropellos por parte del Estado como consecuencia de derechos que se ven vulnerados por la tercerización, la precarización y la flexibilidad laboral.
Cuando los cambios no vienen acompañados de procesos de opinión y discusión profunda por parte del pueblo, difícilmente se pueden esperar transformaciones que intenten cambios de fondo. Por lo tanto, las clases dominantes bien podrían quedarse tranquilas, que un tropezón no es caída.

La justicia del pueblo
La falta de profundidad de las reformas propuestas por el gobierno nacional que no modifican lo peor del poder judicial, y la bataola impresentable de la “oposición”, nos obligan a redoblar esfuerzos en pos de la construcción de una alternativa política que no desaproveche la etapa de cambios que vivimos.
Los procesos de cambio más avanzados de América Latina dan muestra de un Poder Judicial que trabaja fuertemente en los problemas de las mayorías, como es el caso de Bolivia, donde el Ministerio de Justicia trabajó en conjunto con el Poder Judicial una ley integral para garantizar a las mujeres una vida libre de violencia; o la incorporación de un tribunal ambiental para la resolución de los conflictos emergentes de la posesión, derecho de propiedad y actividad agraria, así como de la actividad forestal y de uso y aprovechamiento de aguas.
La construcción de una alternativa política de país es condición necesaria para lograr una justicia gratuita, accesible, idónea, transparente, autónoma, independiente, responsable, equitativa, sin formalismos, sin burocracia y sin reposiciones inútiles. Hablamos de una justicia descentralizada, con participación real de los diferentes sectores del pueblo, que garantice el pleno desarrollo de la emancipación de nuestra patria, con serios mecanismos para acabar con la explotación laboral, la violencia de género, el narcotráfico y los negocios de las fuerzas de seguridad.

Frente Popular Darío Santillán
Corriente Nacional

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